"Aguatona, agua
que suena, su nombre quiere decir.
El agua se fue y no ha
vuelto. Su nombre ha quedado aquí.
Los domingos por la
tarde venían a contemplar,
la belleza de este
barrio, gente de otro lugar.
Por el barranco corría
agua cristalina y fresca,
los juncos y las ñameras
se crecían junto a ella.
En las noches de verano
que la calma era completa,
ramas y grillos cantaban.
¡Qué delicia más perfecta!
Maravilla de Aguatona,
de eso no me acuerdo yo,
se pasaban los
duraznos en la cueva del culatón".
Así empieza el poema Aguatona y su pasado de
Clotilde Cruz, que recitó para este periódico. Y sigue con:
"los morales con
sus moras y granados en su esplendor.
Y el capirote cantaba
sobre el naranjo en flor.
Hoy se mira este
barranco y dan penas de llorar. Sus naranjos están secos, sus paredes
derrumbadas
y a orillita de esa
acequia se han secado las terrazas".
Expresa la poeta de Aguatona con añoranza de
los restos de la Vega de Aguatona, que dio nombre a la zona desde el barranco
de Guayadeque hasta el barranco de Aguatona y Gando, y dependía de Agüimes
hasta 1819.
Clotilde
Cruz, que tiene 86 años, empezó a escribir a los 56 años "poesías reales".
Parte de su producción poética se encuentra el libro colectivo Raíces, editado
en 1995, y en Antología poética, 125 poemas para el recuerdo, publicado por la
Fundación Blas Sánchez.
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